Ricardo Bruera fue ministro de educación de la dictadura
desde la asunción del gobierno militar en 1976 hasta mediados de 1977.
Su concepción pedagógica se caracterizo por una bizarra
articulación entre libertad individual y represión fundamentada en el
PERSONALISMO, que sostenía que la libertad tiene como precio el previo
establecimiento del orden, postulaba una modernización educativa donde primaran
el conductismo y la tecnocratización del sistema educativo. Se trataba de
modernizar la educación incorporando alta tecnología a una red educacional que
estaría centralizada y controlada desde instituciones privadas y organismos
estatales.
El proyecto de Bruera ofrecía una educación basada en
teorías seudo libertarías que se ponían de moda, pero autoritaria y
meritocraticas.
El periodo se caracterizó por la clausura definitiva de los
proyectos educativos democráticos, por la represión a funcionarios, docentes y
estudiantes; por el comienzo del traspaso de las escuelas a las
municipalidades. En la caída de Bruera intervino la exigencia de un lenguaje
más directamente represivo por parte de las Fuerzas Armadas.
En julio de 1977, la junta militar aprobaba el PROYECTO
NACIONAL, incluía Ministro de Planeamiento a cargo del general Díaz Bessone.
Juan José Catalán asumió como ministro de educación en junio
de 1977, manifestó que las Fuerzas Armadas no representaban a un sector
político sino que eran depositarias de la responsabilidad histórica de revertir
a la decadencia y desjerarquización, que vivía el país se refería a las relaciones
jerárquicas- entre el patrón y el obrero, el padre y el hijo, el profesor y el
alumno- que habían iniciado la destrucción y desintegración social.
Según el ministro la crisis que vivía el país era espiritual
y proponía una profunda renovación de nuestros hábitos mentales y una
adecuación de nuestras pautas de comportamiento a los valores sustanciales de
la cultura occidental y cristiana.
En octubre de 1977 el ministro de cultura y educación de la
nación publicó un documento de circulación restringida, titulado “subversión en
el ámbito educativo” cuya 76 paginas estaban acorde con la doctrina de la
seguridad Argentina. El folleto llevaba la firma del ministro Catalán y
sostenía que ya es hora de incorporar en la educación y la cultura conceptos
tales como “guerra, enemigo, subversión e infiltración. Donde subversión se
refiere a la acción reivindicativa de las clases obreras y los ataques a la
propiedad. Guerra, conflicto que abarca enfrentamientos entre naciones, pero
también abarcó conflictos entre grupos políticos.
El documento explicaba que la subversión trataba de
establecer nuevos vínculos pedagógicos y que la acción docente era un campo más
propio para su avancé. Por eso debían desplegar la contra insurgencia en la
comunidad educativa para detener la agresión total del marxismo.
Las universidades debían ser atendidas por programas
contrainsurgentes, ya que en ellas se potencializaba una infiltración marxista
y peronista, vinculada con el reformismo universitario.
El documento hablaba de la existencia de docentes que
custodiaban nuestra soberanía ideológica como Ottalagano e Ivanissevich.
Catalán era un hombre de régimen pero la jerarquía
eclesiástica prefirió colocar en el ministerio a alguien propio y lo
reemplazaron por Juan Llerena Amadeo quien declaró que la educación debería
defender los valores tradicionales de la patria.
La educación grecorromana, la tradición bíblica y los
valores de la moral cristiana eran los ejes sobre los que se educaría un hombre
capaz de enfrentar el mundo.
“El decía en esto soy intransigente (…) sin Dios ni moral no
hay país posible”.
En otro momento la oligarquía no logro el programa liberal
católico
El Estado dictatorial argentino fue altamente
intervencionista en el sistema educativo, se pretendía romper el sistema de educación
pública, para acelerar la privatización.
Se prohibió la publicación y venta de libros considerados
subversivos como es el caso de Pablo Neruda y Maria Elena Walsh.
En la materia formación moral y cívica se explicaba que la
cultura Argentina tenía raíces grecorromanas y se enseñaban principios
religiosos.
El ataque a las universidades nacionales fue frontal,
arancelamientos, cupos, exámenes de ingreso altamente selectivo, así como el
proyecto de eliminación de las universidades del interior, que comenzó con el
cierre de la de Luján, constituye las medidas administrativas mas importantes.
Llerena Amadeo fue el precursor del neoconservadurismo o
neoliberalismo. El trató a la educación como un criterio costo-beneficio y una
versión oscurantista de la doctrina.
En síntesis la dictadura militar coincidió en algunas líneas
básicas de la educación y estimulo la iniciativa privada y se llegaría después
a un fuerte monopolio ideológico político estatal.
El gobierno militar no pudo articular en forma estable la hipótesis
de la guerra total contra la subversión.
El broche final sobre la destrucción de la cultura argentina
fue en la presidencia de Leopoldo Galtieri en la guerra de las Malvinas: como
un bumerang la derrota revirtió sobre el ya deteriorado sentimiento
nacionalista de la sociedad.
Durante la siguiente década en el conjunto de la educación
argentina, desde los hogares hasta las universidades, estaban ya afectados los
procesos de transmisión cultural.
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